viernes, 10 de mayo de 2013

'Objetivo: La Casa Blanca', allí os emocionáis y aplaudís, aquí nos reímos a carcajada

Algunos intelectuales sostienen que el cine es un producto ideológico para indicir en la mente humana y el razonamiento de los espectadores. Soy muy crítico con estas tesis porque amo al cine como arte, lo que es. Eso sí, en Hollywood sí se estila crear películas que se rigen más por sus pretensiones que por la vocación de sus cineastas. Claros ejemplos son la esperpéntica The blind side sobre el sueño americano, la estúpida Criadas y señoras sobre las diferencias raciales u Objetivo: La Casa Blanca con el patriotismo ante la amenaza terrorista enemiga.

 


El nuevo film de Antoine Fuqua ofrece un cóctel no apto a este lado del Atlántico: presentación de Estados Unidos como la cuna del mundo libre y pacífico versus países con llenos de terroristas (simplemente, los coreanos hacen en la película lo que ellos hicieron en Irak), alabanzas en todo momento a Dios, héroe blanco que redime sus traumas salvando a toda la nación y niño (el hijo del presidente) con muchas lágrimas que aportar. ¿No es suficiente? Pues hay la bandera desmembrandose, discursos irritables y traidores que encuentran su redención antes de morir. ¡Hasta se usan cornetillas en la banda sonora!
Las intenciones de la película son totalmente deplorables y algunas hasta denunciables. ¿La gracia? Objetivo: La Casa Blanca deja un listón alto en el cine de acción. Su trama avanza a un ritmo vertiginoso, todos los personajes funcionan, la acción transcurre acertadamente en todos los segmentos y quedan imágenes para el recuerdo como el obelisco derrumbándose o el asalto a la Casa Blanca. La dirección de Fuqua es impecable, con estilo ochentero y con buen uso de los efectos especiales, y mantiene un pulso frenético con momentos de lucidez como toda la primera hora del asalto.

Sin tanto afán en búsqueda de un patriotismo exacerbado y habiendo apostado por una historia con fondo que forma, estaríamos probablemente ante una de las mejores películas de acción de los últimos años. Bebe mucho de la magistral serie 24, pero no su esencia: ese estudio político social de la sociedad del terror. Aquí solo hay disfrute contínuo para decir, a veces literalmente, que buenos somos nosotros y que malos el resto.
Sinceramente, películas como Objetivo: La Casa Blanca no tienen mucho sentido en Europa y el resto del mundo fuera de las fronteras estadounidenses. El punto a favor es que es un entretenimiento de factura impecable con un elenco que funciona y múltiples bromas involuntarias (donde ahí se emocionan, aquí reímos a carcajada). Dios bendiga esta crítica y Dios bendiga los Estados Unidos de América. 

Lo mejor: El pulso narrativo de Fuqua para la acción
Lo peor: ¡Basta de tanto patriotismo!

Nota: 5
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