martes, 27 de noviembre de 2012

‘Animals’, oscuridad, miedo y magia en un cuento de Marçal Forés



La adolescencia, esa tan bonita etapa de la vida que todos queremos olvidar. ¿Será precisamente por eso, por lo que es uno de los temas más recurrentes del cine y la literatura en general? Sea como sea, sus ambivalencias, miedos, inseguridades y ampliadas emociones continúan dando mucho de sí en la gran pantalla y permiten a los cineastas jugar con las luces y sombras de esta vulgarmente conocida como “la edad del pavo”. Algunos pensarán que ya se ha dicho todo, de la adolescencia, pero el cine siempre nos sorprende y es así como a veces nos encontramos con historias tan especiales y vibrantes al mismo tiempo como Animals, la ópera prima del director catalán Marçal Forés.


Pol vive con su hermano, asiste a la escuela y siente las mismas contradicciones entre amor, odio y amistad que cualquier otro chico de su edad. Sin embargo, hay algo distinto en él, y es la especial relación que mantiene con un osito de peluche de su infancia, Deerhoof, que le habla en inglés. El osito, un reflejo del propio Pol, se convertirá en la traba que impide al protagonista adentrarse en la madurez y descubrir los cambios en sí mismo y en las relaciones con sus viejos y nuevos amigos, así como con sus profesores y familiares. Oriol Pla interpreta con solvencia y magnetismo al protagonista, consiguiendo despertar en él la complejidad unas emociones nada fáciles de hacer creíbles. Seguramente esto se deba, en parte, a la profundidad y detalle con que está tratado su personaje en el guión del propio Forés y de Enric Pardo y Aintza Serra.


Dicho esto, quizás no sea una película perfecta, quizás su historia —y la forma en que está contada— llegue más a los que están más cerca de la adolescencia, pero no hay duda en que el universo creado por Forés impacta, sin dejar indiferente a ninguna de las partes. Este universo de contradicciones y miedos está presentado, al mismo tiempo, con toques de una realidad oscura y a la vez mágica que pintan la película y a la propia adolescencia con tonalidades lúgubres y fantasiosas. Esta mezcla, conseguida sobre todo gracias a la cámara de Forés y a la fotografía de Eduard Grau, autor de genialidades visuales en Un hombre soltero y Enterrado, consigue darle a la historia de Pol un aspecto de cuento e incluso de cómic en algunos momentos.

En definitiva, estamos delante de una historia hipnótica, tratada por el director de esta máquina de talentos que es la ESCAC con un extrañismo fantasioso que, a su vez, es lo mejor de la película. Un film donde no podemos olvidar tampoco la corta pero gratificante presencia de Martin Freeman como profesor y mentor del protagonista.


Lo mejor: el mundo que crea Forés entre fantasía y realidad, junto con la fotografía de Grau,  para hablarnos de la sensación de pérdida de unos años que aún pueden dar mucho al cine.

Lo peor: que el factor “especial” de su puesta en escena y montaje, así como el disparatado clímax final puedan echar injustamente para atrás a algunos de los espectadores.

Nota: 80

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